Luciana León, antítesis de Robin Hood
"Robar a los pobres para gastar con los ricos".
Uno de los principales mitos sobre Haya de la Torre es su supuesta austeridad. Víctor Raúl vivía con lo justo en Villa Mercedes, no tenía riquezas ni propiedades, una vez le regaló a un mendigo su abrigo de piel. Su único bien –y su única familia- era el APRA.
No sabemos realmente si Haya era austero, pero sí sabemos que sus sucesores no lo son.
Por un lado, los gastronómicos chats de Luciana León muestran la última tendencia aprista: ubicar en los mejores lugares de sus listas a limeños blancos con dinero y sin escrúpulos, hijos de dirigentes con tantas propiedades como investigaciones fiscales.
Pero lo más sorprendente es cómo Luciana León dividía tan claramente sus ingresos de sus egresos, porque lo hacía social y espacialmente.
De un lugar obtenía el dinero: La Victoria.
Según la investigación fiscal, la aún congresista servía de protección político-legal para una mafia de miserables que utilizaban a la Municipalidad de La Victoria para, entre otras cosas, cobrar cupos ilegales a los comerciantes que querían ocupar espacios públicos. O sea, les decían “causa, me pagas 600 o te sacó de la calle”.
-Pero la cuota es 200.
-600 te dije, mierda, o te bota Serenazgo. Y ni reclames, que estamos blindados.
Aparte de eso, Luciana León servía de tramitadora especial de La Victoria ante ministerios como Economía y Finanzas, y Vivienda y Construcción. A cambio, según la hipótesis fiscal, la banda apodada Los Intocables Ediles le entregaba entre 15 y 20 mil soles mensuales en paquetes con forma de tamal, que luego ella transformaba en mini-humitas.
Y ese dinero lo gastaba en un lugar totalmente distinto: Miraflores.
“Dónde más lo va a gastar”, me dirán. Y es cierto. Luciana León vive a media cuadra del Parque Mora y el DeliFrance le queda a 10 minutos. Es racional.
Pero aun así es cruel. Si la Fiscalía prueba su hipótesis, tendríamos a una congresista que vivía del hurto y la extorsión de una mafia en La Victoria, pero no se juntaba con ellos. Ahí no más, chusma. Ellos servían para obtener ingresos, pero el egreso era para mantener lo que podríamos llamar “la vida normal de Luciana León”: piadina grande sin relleno, tostadas de nuez integral, y pote de prosciutto encurtido con aceite de oliva. Y por supuesto, su boda en la Plaza de Armas y su after party en el MALI, que según la Fiscalía fue parcialmente financiada por Los Intocables Ediles.
Esta división es tan clasista que parece del Haya de 1924. Para conseguir plata, abajo: los Intocables Ediles, extorsión a comerciantes, tamales de billetes, Alexander Peña Quispe. Para gastarla, arriba: egresada del Villa María, Delifrance, mini-humitas con queso, fiesta en el MALI. Sería la antítesis de Robin Hood: robaba a los pobres para gastárselo con los ricos.
Durante su segundo gobierno, Alan García la emprendió contra los caviares: esos “pitucos metidos a izquierdistas” que, según él, vivían de los problemas de los pobres. Pero para ser un pituco que vive de los pobres no se necesita una bandera.
Quizá sí una estrella.