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fuente: deuda civil o ilicito penal

Ya cállate, Marcial

Cínico y pedante, cada paso que da Marcial Rubio lo acerca al abismo.

Publicado: 2018-12-08

Hay algo peor que cobrar a los alumnos de la PUCP una mora indebida. Ese algo es Marcial Rubio Correa. 

Porque lo primero tenía solución. Una explicación, un gesto empático, unas disculpas públicas.

En cambio, Marcial Rubio es irrecuperable. Su pedantería y sus modos de Kaiser de Pando lo seguirán hasta el final de su mandato como Rector. No cambia ni le interesa cambiar.

Dejemos de lado el vergonzoso comunicado oficial de la Universidad. También la imagen de Rubio queriendo pasar por una débil y humilde barrera de alumnos enjutos. Centrémonos solamente en la entrevista que dio ayer a Rosa María Palacios, que es lo más vergonzoso que se ha visto en el Perú desde aquel genial encuentro entre cinco periodistas y un desvalido PPK.

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Pero antes, un breve recuento.

Hasta octubre del 2012, la PUCP cobraba una mora leonina a aquellos alumnos que demoraban en pagar su boleta. Te pasabas del día límite y te clavaban medio crédito. Téngase en cuenta que el crédito, en la actualidad, fluctúa entre 250 y 950 soles. Cómo olvidar las veces que despellejaron así a mi viejita.

Pero en noviembre del 2012, apareció la maravillosa “Ley de Protección de la Economía Familiar respecto al Pago de Pensiones” para institutos de educación superior, la cual impidió que la PUCP siguiese cobrando de mora lo que le salía del forro. 

Desde entonces, las moras no debían exceder “la tasa de interés interbancario dispuesta por el Banco Central de Reserva”, la cual fue de 4 soles en enero del 2016. En otras palabras, en lugar de enyucarte 300 soles por demorarte un día en el pago, debías abonar solo tus 4 luquitas.

Pero la PUCP, capitaneada por Marcial Rubio, actuó como Alberto Fujimori en las conclusiones de la Comisión de la Verdad: se zurró en la ley. De forma deliberada, no la cumplió desde noviembre del 2012 hasta agosto del 2018, y siguió recargando la mora a sus alumnos aunque con otros nombres.

Todo este esquema se cayó cuando un alumno gordito, Eduardo Abusada Franco, pidió en agosto de este año el Libro de Reclamaciones. INDECOPI evaluó su caso y, a mediados de octubre, le dio la razón. La PUCP tuvo que devolverle a Abusada el dinero que injustamente le birló. Y desde entonces, ha hecho lo propio con otros alumnos.

Esa es la historia. Ahora veamos qué dijo Marcial Rubio. Link aquí.

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Tres versiones de Rubio

Desde la instalación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, la PUCP ha buscado erigirse como una autoridad moral frente al país. Sin embargo, tiene como líder a una autoridad inmoral. Solo así puede calificarse a quien explica, desde el minuto 3:40, por qué no cumplió la ley.

Tal cual.

El argumento de Rubio es este: de febrero del 2011 a diciembre del 2016, la PUCP no tenía plata debido al conflicto legal que sostenía con el Arzobispado. Producto de esa demanda, la PUCP no podía dar sus inmuebles en garantía, y por tanto no tenía acceso a créditos bancarios. Estaban agujas.

¿Y? ¿Por qué no cumplió la ley?

Según Rubio, porque si la cumplía “entre 20% y 40%” de los estudiantes dejarían de pagar a tiempo. Según él, le entregaron esa proyección en un informe seguramente titulado “Informe para el Rectorado sobre cómo podemos incumplir la ley”.

Rubio fue aún más preciso al respecto, en lo que llamaremos “Versión número 1” (6:30). Cumplir la ley significaba, según él, “no pagar la gratificación de julio. No pagar el mes julio. Tal vez, no poder pagar una parte de junio. No pagar diciembre, ni gratificación, ni sueldo. Y con seguridad, no pagar enero”.

Me enternece. Marcial Rubio era Pedro Huilca, pensando siempre en el bienestar de los trabajadores. Si dejaba de cobrar esos 300 soles de mora todo se iba al diablo: la gente sin sueldo, los trabajadores sin panetón, las ardillas sin agua.

-Casi tres meses de planilla –resumió Rosa María Palacios.

Efectivamente. En este primer intento de actuación hindú, Rubio sostuvo que dejó de cumplir la ley “porque si lo hacía, no podía pagar tres meses de planilla”. Solamente tres. Insuficiente. Faltaba lágrima. Había fallado.

Rubio volvió a la carga. Inició la “Versión número 2”. Se echó tierra, rompió su polo, se tiró al piso (7:10)

-El impacto del retraso, yo no he visto la estadística, pero me han dicho que ha sido (del) 40%.

-¿Del total de lo que la Universidad esperaba recaudar? –preguntó Rosa María, prestándole cincuenta céntimos.

-No, no, no, la Universidad no ha tenido este problema.

Disfrazado del Chavo del Ocho, Rubio utilizó la vieja táctica del “me contaron por ahí”. No contento con eso, subió el porcentaje del impacto: ya no era “entre 20% y 40%”, sino “40%”, de frente. Pero ahí mismo tuvo que admitir que eso nunca le pasó. Falló. Le costaba conmover a Rosa María Palacios, pese a que estaba de su lado.

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Pero antes de dar su tercera versión, e imbuido por un profundo odio a Kant y su Introducción a la Metafísica de las Costumbres, Marcial Rubio nos regaló la siguiente frase (7:35):

-La universidad, frente a la posibilidad de no pagar la planilla, se vio en la imposibilidad de cumplir la ley. Y entonces, siguió aplicando la multa de medio crédito por la mora en el pago.

Paremos un momento. Imaginemos a otras personas utilizando la misma estructura argumental.

A Keiko Fujimori frente al caso CNM:

“Fuerza Popular, frente a la posibilidad de no seguir yo en libertad, se vio en la imposibilidad de cumplir la ley. Y entonces, siguió intentando controlar todo el sistema de justicia”.

O, aún más cruel, a Alberto Fujimori:

“Mi primer gobierno, frente a la posibilidad de no poder derrotar al terrorismo, se vio en la imposibilidad de cumplir la ley. Y entonces, seguimos adelante con el Grupo Colina”.

Gracias, Marcial. Eres nuestro héroe.

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Pero falta aún la "Versión número 3" de Rubio. Tenía que alargar la mentira, volverla drama. Ya es el Chavo del Ocho. Sale de su barril, pone sus cosas en un palo, anuncia que se va de la Vecindad:

-Yo, como Rector, no podía condenar a la universidad a cerrar (8:37).

Salto sideral. En dos minutos, el efecto pasó de “tres meses de planilla” a “cerrar la Universidad”.

-¿Hubiera tenido que cerrar la Universidad? –preguntó Rosa María Palacios.

“¡Pero por supuesto!”, contestó Rubio, y remató:

-¿Cómo puede trabajar la Universidad si no paga julio, diciembre y enero? (8:49).

Vaya, Marcial. Para mentir hay que practicar. ¿Cómo crees entonces que trabaja el Estado peruano?

Pero el punto no es ese, sino la facilidad de Marcial Rubio para cambiar de versión. La hacía cada vez más dramática para que alguien empatice con su único punto: que su valentía al zurrarse en la ley de forma deliberada fue por el bien de todos.

-Lo que pasa es que por el embargo de estos bienes era imposible… –siguió el Chavo del Ocho, el palo sobre el hombro, la puerta de la Vecindad-. Teníamos que cerrar la Universidad.

Finalmente, a los ocho minutos de iniciada una entrevista que nunca debió dar, Marcial Rubio encontró su argumento principal, uno que lo dejaba como héroe a los ojos de su espejo: si se quitaba esa mora, “la PUCP cerraba”.

Sí. “Cerraba”.

*

A favor de Rubio, debemos decir que su torpeza no le permitió explicar bien su tercera versión.

Hagámoslo ahora: más que la mora en sí, lo que haría “cerrar la Universidad” era “el impacto del retraso” en los pagos. Es decir, si la PUCP dejaba de cobrar la mora abusiva, vendría un apocalíptico slippery slope: los alumnos dejarían de pagar a tiempo sus boletas (porque, claro, todos amamos pagar la mora), el 20% primero, el 40% después, para julio el 80% no habría pagado nada, todos se retrasarían, la Universidad se quedaría sin liquidez. Los profesores estarían impagos, las aulas sin internet, los jardines sin regar. Volveríamos a 1989. Es más, seríamos San Marcos. La PUCP cerraría en agosto. Titular del New York Times: “Peruvian university closes. The Reason? Nobody paid their boletas for three months”.

Es cierto: expandir el argumento de Marcial Rubio no lo deja bien parado. Pero tampoco lo hace sostener, casi como una confesión, que lo hecho con las moras “era un cobro que, en algún momento, había que reponer”, y que lo hicieron este año porque ahora “sí pueden”.

En otras palabras, Rubio confiesa que las moras fueron un préstamo forzoso. ¿No me prestan los bancos? Ahora que me presten los alumnos. Me lo llevo sin avisarte, pero cuando algún día tenga plata te lo devuelvo. Qué honesto. Qué héroe. Qué magnánimo.

Es difícil imaginarse a Marcial Rubio prometiéndose a sí mismo reponer ese monto algún día. Si fuese así: 1) ¿Por qué no lo hicieron por voluntad propia durante el 2017, cuando ya podían ser sujetos de crédito?; 2) Si en el 2018 ya tenían los fondos para reponer ese monto, como sostuvo Rubio, ¿por qué tuvieron que esperar a agosto, cuando Eduardo Abusada hizo su reclamo ante INDECOPI?

La respuesta es obvia: no devolvieron porque no querían. Y solo lo hicieron cuando los obligaron. Si no, seguirían cobrando esa mora hasta el 2048.

Además, 3) Ese pago de medio crédito de mora es anterior al conflicto con el Arzobispado y se mantuvo después de que la pelea terminó. En verdad, una cosa no tiene nada que ver con la otra. ¿No es inelegante utilizar una pelea legítima –la PUCP vs. Arzobispado- para cubrir la mala acción del equipo rectoral?; 4) Si realmente existía ese problema de liquidez en el 2012, ¿no hubiese sido mejor advertir a los alumnos de los riesgos que existían si demoraban en sus pagos, en lugar de engañarlos de manera deliberada durante seis años cobrándoles un monto que estaba prohibido por ley?

*

Y es que el problema no es legal. Es político. La PUCP es comandada por un Rector cuya pedante y cínica actitud convirtió un problema menor en una inmensa bola de nieve. Un Rector que brinda explicaciones ridículas e improvisadas, sin admitir errores. En suma, irrespetuosas, como si la Comunidad Universitaria estuviese compuesta por una gran masa de tarados dispuestos a creerle. Y sin pedir disculpas a nadie en ningún momento.

El problema de las finanzas de la PUCP es sumamente complejo y excede, por supuesto, al tema de las boletas, las moras y las consignas recurrentes (elitización, gratuidad de la enseñanza). Sin embargo, Marcial Rubio ayuda a volverlo simple con su cinismo mezclado con actitud de patrón. ¿A qué clase de marciano se le podría ocurrir, en un momento como este, alardear de sus conocimientos en Derecho y alzarle los ojitos a la gente? Eso hizo Rubio cuando dijo que “el que no sabe de derecho, a todo lo llama robo”, para luego burlarse de quienes no distinguen entre “deuda civil e ilícito penal”, como si eso fuese lo principal. Su actitud de patrón genera la falsa imagen de que todas las autoridades de la PUCP son igual de cínicas y despreciables como él. Y no, no es así. Pero Rubio insiste.

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Quizá el estar tanto tiempo en la cima ha hecho que Rubio pierda vínculo con la realidad, con el piso, con el pasto. Solo así se explica que, cuando se le preguntó por los problemas de pago de los alumnos, diga con alegría que ellos pueden pedir una “recategorización” (25:17).

Para quienes no lo saben, se los explico: los encargados de las recategorizaciones en la PUCP son de una infamia antológica.

Aparte de mi caso, conozco los casos de mis amigos de Generales Letras, de la Facultad, de amigos en común, decenas de alumnos que hemos tenido la horrible suerte de pasar por aquella oficina que se llamaba, irónicamente, “Servicio Social”. Debía llamarse “Servicio Neoliberal”.

En mis tiempos, las encargadas eran una suerte de Chicago Girls que por momentos se volvían oficiales de la SS. Porque que te nieguen la recategorización, se entiende. Pero tenían una actitud espantosa y humillante: ya está su hijo en la PUCP, ¿qué más quiere? ¿No tiene? Venda. ¿No le alcanza? Trabaje más. ¿No puede? Que lleve menos cursos. ¿Y ese anillo? Se lo empeño. Pedir una recategorización era como pedir un plato de comida caliente en Buchenwald: una empresa inútil e indigna que solo obtendría los golpes y culatazos del oficial a cargo. O quizá una Marcha de la Muerte, que era cuando, en lugar de bajarte, te subían de escala.

Yo he visto la pena y la angustia de mis amigos –y sus familias- por no poder pagar la Universidad. Eran humillados por la oficina de Servicio Social, manejada seguramente por Carlos Boloña Behr: venda, venda, privatice. Es cierto, la universidad no es una beneficencia, pero nadie merece el trato que recibíamos de las trabajadoras sociales.

Por supuesto, que venga el Rector de esa misma Universidad a hablar de la recategorización como una solución indica, al menos, una absoluta falta de empatía.

*

Dos ideas finales.

La primera: Rosa María Palacios, yo te estimo. En casa te escuchamos todas las mañanas. Pero, por favor, no tomes partido así, de manera arrebatada, fanática. No porque no puedas, sino porque cuando lo haces, te va mal. Te conviertes en una mezcla de Milagros Leiva con Lourdes Flores Nano. En los primeros 10 minutos no repreguntaste cuando podías, y las preguntas que hiciste en los últimos 20 fueron penosas, tristes, genuflexas. No debiste aceptar esa entrevista. Quedaste mal tú, pero también Marcial Rubio: da la impresión de que solo puede dar la cara en una entrevista armada. Yo te estimo pero no, Rosa María, no lo hagas de nuevo, por favor. Ya pasó con PPK en diciembre del 2017. Ahora con Marcial Rubio en diciembre del 2018. En diciembre del 2019, por favor, tómate vacaciones.

La segunda: es alucinante la incapacidad física de Marcial Rubio para pedir disculpas. Simplemente no puede. Le duele. Es como expulsar un tumor por la boca. Al final de la entrevista, Rosa María Palacios le pide al menos ese gesto, pero Rubio no entiende. No está en su sistema.

No le sale (32:18)

Dice que “la sobrevivencia” de la PUCP estaba en juego. Que su “estado de necesidad” era cobrar moras altas, aunque ilegales.

Pero disculpas no.

No puede.

Seguro no le ha pedido disculpas a nadie en su vida.

Siempre es gracioso encontrar a un antiguo velasquista disfrazado de gamonal.


Escrito por

Carlos León Moya

Contratista de Odebrecht.


Publicado en

Reforma Agraria

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