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"La transición es la única cosa que hicimos bien en 300 años".

Entrevista a Javier Cercas, por Carlos León.

Publicado: 2014-03-30

Javier Cercas estuvo en Lima la misma semana que murió Adolfo Suárez. Inevitable conversar con él sobre este hecho y su puesta en escena, así como sobre el lado oscuro de la transición española. Y Roberto Bolaño.

Es extraña la actual aclamación de Adolfo Suárez. Vilipendiado en su momento, conforme pasaron los años empezó una hagiografía de él. Y ahora, con su muerte, ya no es el “héroe de la retirada”, como lo calificó Enzensberger, sino el héroe de la transición.  

Voy a escribir sobre eso, aunque no quería hacerlo. Lo que pasa es que cuando se muere alguien del libro (“Anatomía de un Instante”) me piden que escriba y no puedo, no me sale. Para mí son personajes reales, pero también son personajes míos y es muy raro escribir sobre un personaje tuyo. Pero lo voy a hacer.

Lo que ocurre con Suárez también es raro. Lo que me ha sorprendido un poco es que la gente en España parece haber entendido que este tipo era realmente importante. Hemos visto cosas sorprendentes, como que exactamente los mismos que lo machacaron antes salen ahora a incensarlo, o que se consolidan mentiras evidentes como que el pueblo español lo aclamó después de su actuación del 23 de febrero. ¡Es una mentira absoluta!

Se le demonizó y ahora se le convierte en santo. No era ni una cosa ni la otra. Es sencillo: este hombre es el héroe nacional de la democracia española. Pero un héroe de la traición. Estamos acostumbrados a pensar que la lealtad es una virtud, y lo es. Pero hay determinados momentos en la historia de las colectividades en que lo más difícil, lo más valiente y lo más virtuoso es la traición. Uno de esos momentos es la transición de España.

Que un “héroe de la retirada” sea el héroe de la transición española es poco elegante. Aunque con el paso de los años, ha ido cambiando esa figura. Ahora Suárez aparece como un héroe solitario…

Totalmente.

En las coberturas periodísticas se enfatiza la soledad de Suárez. Siempre sale en las fotos solo.

Hay montones de fotos solo, en el Parlamento, ¡montones! Algunas no son del 23 de febrero, son de otros días en que está solo: el Presidente del Gobierno solo.

Y estas fotos empezaron a salir recién después del 23 de febrero.

Muchísimos, pero muchísimos años después. Un humorista español decía que lo que hay que evitar es morirse, porque pasan estas cosas. Me atrevería a decir que mi libro tuvo alguna influencia en eso, porque está dedicado a ese instante. Y antes eso no existía. ¿Cómo es que nadie escribió eso antes?

A Suárez se le decía que era un arribista del franquismo, y ahora se omite que fue franquista.

Porque la gente habla de él como un héroe puro y perfecto, cuando era un héroe de la traición. Ese es su mérito. El héroe de la traición prototípico es Mandela. Él estaba apoyado en un movimiento terrorista y violento: era un terrorista. ¡Suárez era un franquista de arriba abajo! Cuando es nombrado, los demócratas lo ven con horror, y quienes lo ven maravillados son los fascistas, porque creen que este joven guapo, enérgico y “Kennedyano” es la garantía de que el franquismo va a durar 20 años más. En menos de un año, este mismo tipo engaña a todos. Mata al franquismo a través de una serie de martingalas, y queda una democracia. Eso es extraordinario, pero es duro. Y Suárez lo pagó carísimo. Para su mujer fue terrible, para su familia también. Le negaban el saludo en misa. El odio hacia él era tremendo. No es un héroe facilón, de una pieza. Es un héroe manchado.

Y el Rey, que sale ahora como uno de sus grandes amigos y que ayudó a parar el golpe, tuvo actitudes vacilantes.

No solo vacilantes: irresponsables. No organizó el golpe, pero sí cometió errores que en cierto modo lo propiciaron. En su descargo puedo decir que muchísima más gente se equivocó también. Solo que él era el Rey, y sus errores tenían mayor importancia. En ese entonces tenía mucho más peso que ahora, porque era jefe de las Fuerzas Armadas. Pero así funciona la realidad. La democracia española se funda en cosas desagradables.

El dilema de estos héroes es moral: en qué momento romper la lealtad puede ser moralmente válido.

En este caso lo es, sin la menor duda. Si es traicionar un pasado equivocado para construir un futuro acertado. Fue lo que hizo Mandela.

Y lo que hizo Mirelles al no disparar a Sánchez Mazas (de “Soldados de Salamina”).

(Piensa) También. Traicionó a los suyos a su manera. No hizo lo que debía hacer. Y sobre todo dijo “no”, que es lo más difícil.

"Las víctimas del franquismo en España son “víctimas de segunda”, como las víctimas del 11-M. Las “víctimas de primera” son las víctimas de ETA. Es duro decirlo pero es así".

La transición española tiene ciertos pasivos escondidos en el clóset. Uno es lo permisivos que fueron con los franquistas. Dijiste en una columna que eso no ocurre con los etarras. No se mide con la misma vara a franquistas y etarras, a pesar de haber cometido delitos similares.

He insistido sobre eso, pero hay una diferencia obvia: no es que se fuera “permisivo” con los franquistas, sino que ellos tenían un poder enorme. El ejército era franquista. No es que se fuese condescendiente con ellos, sino que no se podía ir más allá. Se hubiese podido intentar, pero era muy complicado, había 25 golpes en preparación cada día.

Pero dices una cosa que es muy, muy importante: las víctimas del franquismo en España son “víctimas de segunda”, como las víctimas del 11-M. Las “víctimas de primera” son las víctimas de ETA. Es duro decirlo pero es así. Y quienes piden dureza contra los etarras no la piden contra la gente del franquismo.

La transición fue también una transacción: hubo que ceder. Eso es la política. Y más en una situación tan difícil como aquella, porque nadie esperaba que se creara una democracia. Suárez tampoco. Él quería liquidar el franquismo, ¿pero para construir qué? Quería construir un sistema que permitiese la preservación de la monarquía, ¿pero qué sistema, qué tipo de democracia? Ahora los protagonistas de aquella época dicen “no, era inevitable la democracia en España”. ¡Nooo, mentira! ¡Otra mentira horrible! Podía haber sido cualquier cosa distinta. Pudo haber sido una semi-democracia, lo que es Rusia hoy, por ejemplo. Es una mentira total que era inevitable la democracia en España porque “éramos Europa”. ¡Anda vete a cagar! No estábamos preparados, no había una cultura, no había tradición democrática. Giovanni Sartori, por ejemplo, lo dijo en 1965: en España es imposible una democracia. No way.

Y aun así, luego la transición española es vista como modelo en otros países.

Es evidente que luego fue un modelo. Es que es la única puta cosa que hicimos bien en los últimos 300 años. Nos salió bien, y por azar.

“Anatomía de un instante” es considerada una gran crónica, aunque tú la consideras una novela. En “Soldados de Salamina” uno sabe que es una obra de ficción, pero por momentos duda y se pregunta qué es real, lo cual es un gran logro. Pero en tus columnas de opinión parece que has intentado hacer lo mismo. ¿En qué momento es válido recurrir a la ficción en ellas?

En el momento en que el lector entiende que eso es una ficción, como en una novela. En una novela vale todo. Tú puedes hacer lo que quieras, puedes matar a Hitler en 1944. En el periodismo no. Y cuando entra la ficción, ya todo es ficción.

En “Soldados de Salamina” el narrador dice que es un relato real, pero la primera norma es desconfiar del narrador. Anatomía de un instante es un libro completamente distinto desde la misma portada. Cuando se publicó le prohibí a mi editor que usara la palabra “novela”, porque asociamos esa palabra a ficción. Yo quiero cuestionar eso. ¿Qué es la novela? “Ficción”. “¿Por qué?” En “Anatomía de un instante” explico por qué no es ficción y por qué la tiene prohibida. En la ficción no solo está autorizado engañar, es su obligación, y “Anatomía de un instante” tenía otras reglas. Cada libro tiene sus propias reglas, si es bueno.

Hay momentos en que tú trabajas en los bordes entre realidad y ficción, en la frontera, y eso es muy interesante. La novela moderna nace así. El “Lazarillo de Tormes” es un libro que se presenta como verdadero, y solo al final un lector inteligente dice “esto no puede ser”. Contesto a tu pregunta: en una columna de opinión claro que puedes usar la ficción, pero siempre y cuando el lector entienda, sobreentienda y perciba que lo es.

John Updike decía que el problema de los escritores es que no somos como los atletas, que tienen entrenador. No tenemos quien nos diga “venga, joder, continúa”. Bolaño fue eso para mí y siempre se lo agradeceré.

Hablando de Roberto Bolaño, ¿sientes que han bajado los “bolañistas”? Tengo la impresión de que en Perú ha bajado en algo aquel furor. 

No solo va a bajar, lo peor es que va a surgir el antibolañismo. Algo parecido a lo que pasó con Cortázar, que tuvo la buena idea de morirse joven. En los setenta Cortázar era Dios, había Cortazaritos por todas partes. Era terrible. Luego los mismos Cortazaritos se volvieron detractores de Cortázar. Ahora, si vas a Buenos Aires y dices que Cortázar es un gran escritor, te tiran tomates. Mi temor es que con Bolaño ocurra lo mismo.

¿Se conocieron como narra él, cuando tenías 17 años?

Sí, eso lo que contado yo también, y con más detalle.

En una columna dijo que eras, a la vez, “desaforado”, “delicado”, “estrambótico” y “cuerdo”.

No le creas nada. Cuando él hacía esas columnas no me leía nadie, y él decía “Javier Cercas es un grandísimo escritor español, uno de los fundamentales”. Todo mentira. Él sí leía mis libros, pero nadie más me conocía.

¿En serio te animaba a continuar?

Totalmente cierto. Había algo profundamente real en ese Bolaño de “Soldados de Salamina”. Aquel fue un mal momento para mí, estaba en un momento depresivo, había vuelto a Gerona. Y él, que llevaba toda una vida con un mal momento literario, estaba en su momento más eufórico: escribía como loco, había ganado el Herralde y el Rómulo Gallegos. Y en ese momento tuvimos una amistad muy, muy estrecha.

John Updike decía que el problema de los escritores es que no somos como los atletas, que tienen entrenador. No tenemos quien nos diga “venga, joder, continúa”. Bolaño fue eso para mí y siempre se lo agradeceré. En ese sentido el personaje sí corresponde a nuestra amistad.

¿Y cómo es el entrenador de un escritor?

Es el tipo que te dice “joder, no tires la toalla”. Yo no la iba a tirar, seguramente. Por ejemplo, a fines de los noventa, se publicó en España una antología titulada “Páginas Amarillas” -como las telefónicas-, donde estaban todos los escritores de mi generación. Un día Bolaño me llama, era raro el día que no hablásemos por teléfono, y me dice “Javier, ¿has visto este libro?”. “¿Qué libro?”. “Páginas Amarillas”. “Sí, sí he oído hablar de él”. “¿Pero lo has visto o no lo has visto?”. “No, no, no lo he visto”. “¡No estás! ¡No estás en la compilación!”. “Pero como que no estoy…”.”Tú tienes un enemigo poderoso. A ti no te meten aquí porque tú tienes un enemigo”, me dijo. Él tenía este sentido guerrillero de la literatura, que es uno de los carburantes de sus mejores libros, “Los Detectives Salvajes”… que en mi opinión no es comparable a “2666”, en absoluto.

Bueno, en esa conversación Bolaño me decía “Tú tienes un enemigo muy poderoso”. Y yo le dije “Roberto, tú estás loco. ¡A mí no me conoce nadie, hombre! ¿Cómo voy a tener enemigos?”. Yo hasta los 38 años no conocía escritores españoles. A esa edad conocí a Vila-Matas y a Pisón. Basta, no tenía más amigos. Había vivido una vida totalmente alejada de la literatura española. Vivía en Gerona, había estado en Estados Unidos, no conocía a nadie. Y ver a tipos como Bolaño o Vila-Matas escribiendo tan fecundamente fue estimulante. Sentía que formaba parte de algo. Me gustaría decir que sin Bolaño hubiese dejado la literatura, pero no es verdad.

Juan Villorro decía que el mito Bolaño se inicia en Soldados de Salamina, en la creación de su personaje. Pero ese personaje no era él, era una idealización. Es un personaje que forma parte de una novela que habla de los héroes, y él aparece como héroe literario…

El mercado norteamericano ha inventado a un Bolaño trasgresor, revolucionario, que vivió al límite. Y en muchas revisiones consideran a “2666” su gran novela, incluso mejor que “Los Detectives Salvajes”.

-Eso es un disparate. Como te decía, “2666” no se puede comparar a “Los Detectives Salvajes”. Hay una distancia sideral entre los dos libros, ¡sideral! Además, se deja de lado a libros como “Estrella Distante”, que para mí es el mejor de Bolaño.


Escrito por

Carlos León Moya

Contratista de Odebrecht.


Publicado en

Reforma Agraria

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